Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México

LA TESTAMENTARÍA DE ÁLVARO OBREGÓN
EN UNA ÉPOCA DE CRISIS[ 1 ]

Paulina Latapí de Kuhlmann


Obregón fue presidente
general y fue ranchero...
y donde quiera la gente
llora con dolor sincero.

Corrido de Guty Cárdenas

Todo aquel que de alguna manera se refiere a Álvaro Obregón no omite mencionar los grandes negocios económicos de este personaje. Sin embargo, han dejado de lado algo importante: Obregón dejó una sucesión testamentaria en quiebra. Esto, no cabe duda, merece una explicación y qué mejor que darla a través de los propios documentos que se refieren a ella.

Para explicar esto recapitulemos hechos. Primeramente aquellos que se refieren a su vida como empresario.[ 2 ] Álvaro Obregón nació el 17 de febrero de 1880 en la Hacienda de Siquisiva, que formaba parte de la Hacienda Tres Hermanos, ubicada en la margen izquierda del río Mayo en Sonora, y fue el menor de los dieciocho hijos de Cenobia Salido y Francisco Obregón. Su niñez la pasó en el campo. Fue criado en Huatabampo y su instrucción básica la debió a sus hermanas María, Cenobia y Rosa. Desde muy joven dio muestras de un espíritu empresarial. A los trece años cultivaba tabaco y lo secaba para fabricar cigarrillos. También mostró entusiasmo por la mecánica y comenzó por ser un buen herrero. Pronto sobresalió como maestro mecánico y llegó a manejar la maquinaria del molino de trigo Tres Hermanos en Camoa. Algún tiempo después se trasladó a Navolato, Sinaloa, a un ingenio azucarero perteneciente a unos parientes por el lado materno, donde por algún tiempo se hizo cargo del taller mecánico. Ahí, en 1904, alquiló tierras en la Hacienda El Naranjo para cultivar garbanzo. Así comenzaba su aventura como agricultor. En 1906, adquirió, comprando lotes de dos y tres hectáreas, una propiedad de 180 hectáreas inmediata a Huatabampo, a la cual muy a su modo bautizó irónicamente con el nombre de La Quinta Chilla.[ 3 ] Hacia 1909, el propio Obregón había inventado una máquina sembradora de garbanzo que vendió entre los agricultores del sur de Sonora y del norte de Sinaloa. Por ese entonces, Obregón era un hombre viudo con dos hijos. Se había casado con Refugio Urrea en 1902, con quien tuvo cuatro hijos: Jesús, Álvaro, Humberto y Refugio. Los dos primeros murieron de corta edad. En 1916 volvió a casar. Tuvo siete hijos con María Tapia: Álvaro, Mayo, Alba, Francisco, María Xóchitl, Cenobia y Ariel.

De 1911 a 1917, Obregón inició su carrera político-militar, primero siendo electo presidente municipal de Huatabampo (1911), luego en la campaña contra Pascual Orozco (1912), después al mando del cuerpo del Ejército del Noroeste (1913), hasta llegar a ocupar el cargo de secretario de Guerra con Carranza (1916). Sin embargo, nunca llegó a abandonar por completo sus negocios. Tenemos noticias de que en 1912 constituyó una sociedad agrícola con Carlos Díaz en Huatabampo.[ 4 ] Obregón puso 41 hectáreas y Carlos Díaz 40, con el objeto de explotar los predios. Esta idea de asociación sería fundamental en su trayectoria como empresario.

Poco tiempo después de renunciar como secretario de Guerra, y contando ya con su prestigio de caudillo, fundó en 1917 la Oficina Comercial Álvaro Obregón. Esta casa comercial se abocó a asociar productores agrícolas, principalmente garbanceros y tomateros, para evadir a los intermediarios de los mercados de exportación, y facilitar el financiamiento, almacenaje, distribución y venta de sus productos.

Estas actividades lo absorbieron casi totalmente, al grado de que en 1918 tuvo que alquilar sus terrenos de La Quinta Chilla a Francisco V. Bay, su pariente político. Como resultado de estas operaciones, Obregón obtuvo cuantiosas ganancias que reinvirtió en nuevos negocios, en las obras del puerto de Yávaros y en el mantenimiento de vías férreas, aunque también, por la baja del garbanzo en 1920, contrajo deudas que no dejaría saldadas al momento de su muerte.

El 1 de julio de 1919 fue lanzada su candidatura a la Presidencia. Ocupó la primera magistratura del 1 de diciembre de 1920 al 30 de noviembre de 1924. Durante su mandato se preocupó por impulsar al pequeño propietario y las obras de irrigación. No podía dejar de lado su circunstancia personal y sus recuerdos. Cuenta su amigo y biógrafo, Juan de Dios Bojórquez que, por ese tiempo, Obregón solía salir a respirar aire fresco a Chapultepec y a charlar sobre sus épocas de agricultor.[ 5 ]

Inmediatamente después de dejar la Presidencia, Obregón volvió a su tierra a trabajar con intensidad. Sobre esta época existe una anécdota que habla del humorismo del Obregón agricultor. Cuentan que en abril de 1925 fue el embajador japonés a despedirse de él al Náinari. Hacía tres meses que se encontraba ahí haciendo obras de desmonte.

el embajador [...] con una poca de duda, saludó al general que sonriente le tendía la mano.
-Excelencia, me dio trabajo reconocerlo pues está usted disfrazado.
A lo que el general Obregón, con esa vivacidad mental innata en él, respondió malicioso:
-No Excelencia, no estoy disfrazado, éste es mi estado normal, el que andaba disfrazado fue aquel que usted vio en el Palacio Nacional.[ 6 ]

En septiembre de 1925 fundó la firma Álvaro Obregón y Compañía, Sociedad Civil. El acta constitutiva estipuló que sería administrada a través de una junta de socios o accionistas, encabezada por un presidente. El socio mayoritario y por ende el presidente de la junta fue evidentemente el ex presidente; le seguía Ignacio P. Gaxiola con un 20% de las acciones. Este último había trabajado con Obregón desde 1918, dedicándose fundamentalmente a atender las relaciones comerciales con los empresarios norteamericanos. Ahora, con esta nueva sociedad, se pretendió abarcar una gama más amplia de negocios. Por su parte, la Oficina Comercial Álvaro Obregón seguiría funcionando, pero enfocada a atender negocios de menor importancia.

Obregón y Compañía llegó a establecer oficinas en las ciudades de Nogales, Cajeme y Navojoa, en Sonora, y en las ciudades de Puebla y México. La idea central de la compañía fue manejar diferentes negocios a través de gerentes nombrados por la junta. De tal forma, en 1926 establecieron La Proveedora, S. A., y la Cooperativa de Combustibles y Lubricantes, ambas agentes de la California Standard Oil Company. También manejaron una despepitadora de algodón, el Molino Harinero Regional del Mayo, así como el ingenio azucarero Hacienda San Carlos en Ahorne, Sinaloa.

Para Obregón, aun cuando contaba con poder político traducido en información relevante, préstamos cuantiosos e inclusive influencia al grado de lograr la nacionalización de la Compañía Constructora Richardson -empresa establecida en el valle del Yaqui desde el Porfiriato y de la cual llegó a comprar tierras-, no todo fue favorable a sus intereses. En esa época, su imagen atrajo antiguos amigos a quienes otorgó varios préstamos. Son los casos de Antonio González Montero, Gumaro Villalobos, Teófilo Ruibal, Francisco Salido, Luciano Bojórquez, Lucas B. Rodríguez y Blas Valenzuela. A este último Obregón le había escrito:

Cuando los hombres nos comenzamos a hacer viejos, sin dejar las mañas que en mejores tiempos fueron una necesidad impuesta por nuestro sexo, necesitamos de algunos auxiliares para atraernos la atención de las mujeres: ya una bonita montura, un automóvil o un buen caballo [...]; he querido mandarle este caballo para que lo auxilie en sus empresas.[ 7 ]

Obregón fue muy dado a no negar a sus amigos lo que le pidiesen. Aun cuando los préstamos que le fueron solicitados no ascendían a tres mil dólares, Obregón no se encontraba en condiciones totalmente propicias para hacerlos. Al respecto existe un dato curioso. En 1925, once de sus amigos más cercanos le obsequian, cada cual, tres mil pesos. Obregón apuntó en la contabilidad de Obregón y Compañía que se trataba de préstamos; inclusive, así consta en la testamentaría. Fue necesario que los referidos amigos escribieran a la viuda de Obregón para que se borrara tal anotación de los libros y no se considerara como una deuda más.[ 8 ] En realidad es de suponerse que estos amigos de Obregón sí conocían a fondo las finanzas del general.

En el periodo comprendido desde que dejó la presidencia hasta el momento de su muerte, Álvaro Obregón contrajo deudas cuantiosas. Tenemos noticia de que debía al gobierno federal, probablemente por concepto de actividades comerciales, alrededor de trescientos mil dólares: ciento cincuenta mil a la Secretaría de Hacienda, y ciento cincuenta mil por concepto de un préstamo que le hizo el Consulado de México en Nueva York. Además, en 1926 había firmado un pagaré mancomunadamente con Tomás Robinson Bours y el señor Gillespie ante el Banco Nacional de Crédito Agrícola por otros ciento cuarenta y cinco mil dólares. Este último asunto era ajeno al general Obregón, ya que se trataba de un negocio entre el Nogales National Bank y Robinson Bours por concepto de pignoración de fríjol. Sin embargo, al ver a su amigo en condiciones apremiantes, Obregón logró que el recién nacido Banco Nacional de Crédito Agrícola aceptara la prenda y el pagaré respectivo.

Estas grandes cantidades que Obregón obtuvo a través de los préstamos no las utilizó para pagar a viejos acreedores como W. R. Grace, con quien había realizado los negocios de tomate y garbanzo. Por el contrario, se empeñó en reinvertir en una época que no era del todo propicia.

Poco se ha estudiado la crisis de 1926, sin embargo, sabemos que afectó primariamente a la minería y a la producción petrolera.[ 9 ] El origen de la crisis de 1926 fue la caída vertical del petróleo ocasionada por una sobreproducción mundial, por el descubrimiento de ricos yacimientos en Texas, California y Oklahoma y por la competencia del mercado venezolano y colombiano, lo cual produjo en México el cierre de refinerías y con ello el despido de trabajadores y la disminución de los ingresos federales sobre la producción y exportación de petróleo. Además, consecuencia del anuncio británico en 1925 de retorno al patrón oro, se produjo una baja en las cotizaciones de algunos metales como la plata y el plomo, productos de los cuales México era un poderoso exportador. Esta inestabilidad en el mercado de los metales ocasionó una demanda inmoderada de divisas extranjeras, la salida de capitales y la consecuente devaluación del peso mexicano. En suma, una situación de incertidumbre prevalecía en el momento, sobre todo para todos aquellos negocios enfocados hacia el sector externo.

Aun cuando Obregón no tuvo negocios mineros ni petroleros, los efectos de la crisis se dejaron sentir en Sonora, entidad enfocada básicamente a la exportación. Además los fenómenos naturales no lo favorecieron. Las fuertes inundaciones, tanto en Sonora como en Sinaloa, a finales de 1927, afectaron seriamente a los agricultores de esta región. En suma, éste era el estado de las cosas, francamente deplorable, cuando Obregón murió asesinado el 17 de julio de 1928.

El texto del testamento de Álvaro Obregón, llanamente asienta la conciencia de su situación financiera. Escribió el 27 de marzo de 1926: "Todos los bienes y propiedades de la sociedad conyugal corresponden legalmente a mis acreedores y se procederá a su venta para liquidarles sus créditos respectivos".[ 10 ] Añade que lo que quedase debía dividirse entre su esposa, sus hijos Humberto, Refugio, Álvaro, Mayo, Alba, Francisco, María Xóchitl y Cenobia (Ariel no había nacido cuando redactó el testamento) y sus tres hermanas, María, Cenobia y Rosa. Todos ellos con derechos iguales. Sin embargo, hubo un acontecimiento familiar que lo hizo enmendar su testamento, retirando la igualdad de derechos a sus hermanas en relación con su esposa e hijos, dejándoles solamente una renta vitalicia.

Ahora bien, siendo que Álvaro Obregón había dejado su capital reinvertido en diversos negocios ¿cómo funcionaron éstos después de su muerte? La documentación que comprende la testamentaría abarca de 1928 a 1952. Sin embargo, el grueso de la documentación, y por tanto el arreglo de los asuntos, sigue el curso de 1928 a 1934. Dentro de este material, además de las gestiones propias de la testamentaría, encontramos asuntos particulares de la viuda de Obregón, así como el desarrollo de los negocios de Obregón y Compañía. Esta época (1928-1934) fue una época de crisis tanto política como económica. Es dentro de este marco donde se habrían de desarrollar los asuntos de la testamentaría.

El asesinato de Álvaro Obregón, pocos días después de haber sido declarado presidente electo, desencadenó una crisis en el Estado mexicano. En su sentido original, la palabra crisis significa desgarramiento. La desaparición del caudillo creó, en primera instancia, un vacío de poder. La época del control político a través de líderes con carisma y prestigio militar había quedado atrás. Calles mismo expresó que en esos momentos no existía un caudillo de la talla de Obregón. México vivía una sensación de vértigo. Era una necesidad histórica encontrar nuevos mecanismos de gobierno. La época que sucede a la muerte de Obregón -el Maximato- constituyó un periodo de un dinamismo indiscutible en todos los ámbitos de la vida nacional. Tres gobiernos se suceden bajo el arbitrio, distintivamente matizado, del jefe máximo de la Revolución : el gobierno de Emilio Portes Gil (1928-1930), el de Pascual Ortiz Rubio (1930-1932) y el de Abelardo L. Rodríguez (1932-1934). Muchos acontecimientos de reajuste estatal se llevan a cabo en este lapso:

  1. el desmoronamiento de la crom (Confederación Regional Obrero Mexicana), desencadenado por las acusaciones en torno a la muerte de Obregón que conducen a la renuncia de sus principales representantes dentro del gabinete;
  2. la constitución del Partido Nacional Revolucionario (pnr) en marzo de 1929, como instrumento de cohesión de las principales fuerzas del país;
  3. la rebelión militar del mismo año de 1929, encabezada por Gonzalo Escobar en Chihuahua y seguida por otros generales como Francisco Manzo en Sonora, Roberto Cruz en Sinaloa y Francisco Urbalejo en Durango, la cual fue sofocada rápidamente;
  4. la última etapa de la rebelión cristera iniciada desde 1926, y
  5. la campaña vasconcelista, contraria a la de Ortiz Rubio y su ulterior derrota.

Aunado a toda esta cadena de acontecimientos políticos internos, sobreviene la depresión económica de 1929. Múltiples son los estudios y versiones sobre su impacto en México. Nosotros nos concretaremos al caso específico de Sonora y en particular observaremos su repercusión en la testamentaría de Álvaro Obregón.

Sonora había gozado del adjetivo de estado progresista desde el Porfiriato. Su situación fronteriza con los Estados Unidos había hecho de esta entidad un punto clave de los intereses norteamericanos, mediante el establecimiento de compañías colonizadoras. El bajo costo de la tierra, materias primas y mano de obra, aunado a la cercanía de los Estados Unidos que abarataba considerablemente los gastos de exportación, atrajo grandes capitales de una economía pujante. Ello contó con un fuerte apoyo gubernamental, gozoso de la importación de tecnología indispensable. Sonora aportaba productos al mercado estadounidense dentro de tres rubros básicos, el minero, el ganadero y el agrícola.

Desde la segunda mitad del siglo XIX la minería había cobrado auge por la demanda mundial de metales, auspiciada por una industria en pleno desarrollo. Sonora exportaba prácticamente todo el cobre que producía -principal producto minero de la entidad- a los Estados Unidos. La exportación de ganado, principalmente bovino, también se había vuelto importante. Inclusive, durante la lucha armada y pese a la destrucción de gran cantidad de éste en el interior del país, se exportaba un monto considerable de cabezas de ganado a la nación vecina. La agricultura, enfocada también hacia los mercados de exportación, producía trigo y garbanzo al por mayor. Ello pese al problema de escasez de agua, al que se daba solución a través de la importación de tecnología agrícola. En 1907, el establecimiento de la estación ferroviaria del Sudpacífico, en Navojoa, hizo de Sonora una zona de intenso tráfico comercial.

Sonora, al igual que otros centros de agricultura de exportación localizados principalmente en el norte, logró expandir sus ventas a pesar de la Revolución. Resulta sorpresivo que, pese a la lucha armada en el norte del país, entre 1910 y 1927 el valor de las exportaciones agrícolas del área se duplicó. Ello fue posible debido a que los centros de exportación gozaban de una fuerza que les permitió defender sus intereses, cosa que no sucedió con la agricultura de subsistencia, cuantitativamente la mayor del país.

La etapa posterior a la lucha armada, con el surgimiento del "triángulo sonorense" (Adolfo de la Huerta, Plutarco Elías Calles y Álvaro Obregón), continuó la idea de prosperidad a través de una política agraria, ahora apoyando al pequeño propietario y promoviendo la formación de cooperativas agrícolas.

En cuanto a la minería, los años veinte se caracterizaron por una depresión en esta industria, debida a la sobreproducción mundial de metales. El capital invertido en este ramo, fundamentalmente norteamericano y sólo en un 3% mexicano, disminuyó en relación con el de los inicios de la Revolución Constitucionalista. El precio del cobre bajó de 17.4 centavos de dólar por libra en 1920, a 12.9 en 1927.[ 11 ] Ello ocasionó el cierre de minas y el consecuente despido de trabajadores, quienes, junto con los indios yaquis perseguidos, constituyeron la mano de obra para el agro sonorense. De ahí que para el momento del estallido de la depresión de 1929, antecedida ya por la crisis de 1926 que había golpeado fuertemente al sector minero, Sonora tenía puesta la mayor parte de su potencial en la exportación de productos agrícolas.

El llamado crack de 1929 trajo consigo una contracción de la demanda de productos por parte de los Estados Unidos con el objeto de dar protección a las mercancías que ellos mismos producían, así como la repatriación de un número considerable de trabajadores mexicanos. Entre 1929 y 1932 se repatriaron alrededor de doscientos mil trabajadores.[ 12 ] En el ámbito nacional, la crisis afectó fundamentalmente al sector externo de la economía mexicana: "Las industrias extractivas fueron la banda de transmisión a través de la cual México, como productor de materias primas, se incorporó al caos existente en ese momento en el capitalismo mundial".[ 13 ] Así, tanto el sector petrolero como el minero sufrieron un golpe profundo, encontrándose ya de antemano debilitados.

En contraparte, la agricultura en el territorio mexicano no se vio afectada tan directamente por la depresión. La razón de ello radica en que, hacia 1929, aun cuando dos terceras partes de la población trabajadora se encontraban ocupadas en la agricultura, ésta en su mayoría seguía siendo de subsistencia y por ende se encontraba casi absolutamente desligada del mercado mundial. Debido a esto, en el ámbito nacional la agricultura no se vio tan mermada, y si bien la depresión afectó a los campesinos, ello se debió a las consecuencias tangibles de la gran depresión, como el alza en el costo de la vida, etcétera, y no directamente a las medidas impuestas por los Estados Unidos.

El caso de Sonora no puede circunscribirse al marco general de la agricultura mexicana. Su situación era diametralmente opuesta, en el sentido de que la base de la agricultura sonorense era la exportación. Por ello, el repliegue de los Estados Unidos y, por tanto, el abandono del mercado principal sonorense dejaron sentir sus efectos en la entidad.

Las ganancias generadas por las transacciones internacionales -sonorenses y del área- rápidamente disminuyeron en una producción no menor del 40% en 1934, respecto a 1930, acusando sus quiebres más pronunciados durante 1932 y 1933. Este movimiento combinó una caída cercana al 42% de las exportaciones con el desplome abrupto de casi la mitad de las importaciones generales.[ 14 ]

Los Estados Unidos impusieron un efectivo bloqueo sobre todo en los vegetales y en el ganado, a través de altas tarifas arancelarias. La ley Hawley Smoot, aprobada en junio de 1930, aumentó los gravámenes sobre el tomate, el chícharo, el garbanzo y el arroz. Tan sólo en el tomate, el impuesto por libra importada se incrementó de medio centavo a tres centavos. Para el impuesto del garbanzo y del chícharo el aumento fue del 100%. La aplicación de la ley cumplió su cometido: restar competitividad a los productos sonorenses frente a los de Florida, California y Texas.

Por su parte, el gobierno mexicano trató de compensar las medidas estadounidenses, derogando los derechos de exportación para el trigo. Ello se debió a que en los Estados Unidos la cosecha de trigo había sido muy abundante por la aplicación de alta técnica, trayendo como consecuencia la baja internacional del precio. A pesar de la respuesta mexicana ante esta situación, el trigo dejó de ser un producto rentable para la exportación, y como se trataba de un producto que sí contaba con demanda interna, se enfocó hacia el mercado nacional.

Los otros productos que no tenían lugar en la dieta mexicana, y entre ellos el más importante, el garbanzo, producto de exportación sujeto absolutamente a la demanda externa, sufrió las consecuencias de una saturación del mercado, principalmente español, y una consiguiente ausencia de compradores. Así, por ejemplo, tenemos noticia de que en octubre de 1931 había en Huatabampo más de medio millón de dólares de garbanzo, sin poder ser exportado.[ 15 ]

También el chícharo y el tomate encontraron serios obstáculos para colocarse en el mercado. En 1929, cuando los efectos de la depresión no eran tan alarmantes y el tomate mexicano aún tenía compradores, la producción no se vendió en la forma que se esperaba. La rebelión escobarista, en Sonora y Sinaloa, principales exportadores de tomate, impidió que se levantara la cosecha. Esto representó una pérdida de cinco a seis millones de dólares.[ 16 ]

Para mayo de 1930, Estados Unidos había suspendido la compra tanto de tomate como de chícharo. Además, una fuerte inundación en Huatabampo en 1931 hizo que se perdiera la cosecha, y una helada en el invierno de 1933, volvió a arrasar con el tomate y el chícharo de la región del Mayo. En conjunto, esta serie de condiciones adversas hicieron que la superficie cosechada en Sonora disminuyera 21 000 hectáreas entre 1930 y 1933.[ 17 ]

Una mirada al cuadro de exportaciones e importaciones de 1930 a 1934 de siete aduanas sonorenses, Nogales, Naco, Agua Prieta, San Luis, Sásabe, Guaymas y Yávaros[ 18 ] permite apreciar que la aduana más importante, y que se encontraba muy por encima de las demás en el valor tanto de las exportaciones como de las importaciones, era Nogales. Esta aduana, que había contado desde el Porfiriato con una estación ferroviaria, se había ido consolidando hasta llegar con franca prosperidad al año de 1929. Fue a través de esta aduana que Obregón y Compañía realizó sus principales negocios. Sin embargo, el crack de 1929 le trajo graves repercusiones.

Nogales[ 19 ]
Valor importación
(miles de pesos)
Valor exportación
(miles de pesos)
1930
11 566
35 657
1931
5 902
25 927
1932
4 833
22 730
1933
5 016
11 060
1934
5 998
9 147
1935
8 064
12 650

 

Para esta aduana, pese a que la balanza comercial entre 1930 y 1935, al igual que en otras aduanas de Sonora, fue siempre favorable, es decir, se exportaba más de lo que se importaba, la baja del valor de las exportaciones fue acentuada. En las importaciones, el nivel más bajo se produjo en 1932, siendo que la caída más brusca se había registrado entre 1930 y 1931. A partir de 1933 se observa una ligera tendencia a la recuperación. En cuanto al valor de las exportaciones los peores años fueron 1933 y 1934. Entre 1930 y 1934, el valor de las exportaciones descendió 68.7%. Observamos que la caída de las importaciones no llegó a ser tan abrupta. En las importaciones la crisis se dejó sentir, primero, posiblemente como consecuencia de la incertidumbre del mercado mundial, ya que para el momento del estallido de la crisis de 1929 México había manifestado una recuperación respecto a la de 1926, reflejada en un restablecimiento en el valor de las importaciones. Asimismo, el descenso en el valor de las exportaciones vino después, sin embargo, fue más profundo y pronunciado.

En los momentos previos a esta situación crítica sonorense, acaecida a raíz del crack de 1929, y en una Sonora ya afectada por la crisis de 1926, muere Álvaro Obregón asesinado en julio de 1928. En su testamento había estipulado que su cumplimiento o albaceazgo estaría a cargo de su socio y amigo Ignacio P. Gaxiola. A la muerte del general, Gaxiola asumió el compromiso y manejó los asuntos relativos a la testamentaría a través de la Oficina Comercial Álvaro Obregón. En su primer momento, los involucrados en la sucesión confiaron en que, pese a las deudas, los negocios podrían salir avante. Consideraban que lo invertido por Álvaro Obregón daría réditos cuantiosos. Inclusive, en un principio aún existían expectativas de expansión. Siguiendo la misma línea de la distribución de combustibles, que a través de la Cooperativa de Combustibles y Lubricantes había dado buenos réditos mediante negocios con algunas dependencias gubernamentales que requerían del producto de esta empresa,[ 20 ] fundaron la Abastecedora, S. A., en 1928. Además, siendo de los pioneros en el ramo, constituyeron la Empacadora del Noroeste, S. A., en noviembre de 1928,[ 21 ] obteniendo concesión de pesca para el Pacífico y permiso para el procesamiento de productos marítimos y agrícolas. Pero, si bien existían estas muestras de incursión optimista en el sector industrial, la tónica general de los negocios continuaba siendo agrícola, y, pese a las expectativas positivas, las cosas no marcharon como se esperaba.

Para septiembre de 1931, fecha en que renunció Gaxiola,[ 22 ] las opiniones de los herederos y de las personas allegadas a la familia Obregón y a la firma Obregón y Compañía, son de desaliento. Entre estas personas se hallaban Fernando Aguilar y J. L. Castelo, respectivamente secretario y contador de Obregón y Compañía, así como Fernando y Enrique Torreblanca, Aarón Sáenz y Francisco V. Bay.

Desde enero de 1931 se había tenido que clausurar la Oficina Comercial Álvaro Obregón. Por su parte, las agencias de Obregón y Compañía tuvieron que concentrarse en Cajeme, llamada tan temprano como febrero de 1929, Ciudad Obregón.[ 23 ]

A la renuncia de Gaxiola, y frente a la situación incierta de los negocios, el albaceazgo correspondía a Álvaro Obregón hijo mas, por ser menor de edad en aquel entonces, recayó en la viuda de Obregón. La señora María Tapia viuda de Obregón, al no contar con experiencia en los negocios, decidió que Enrique Torreblanca los manejase, ya que éste había sido comisionado del general Obregón, por acuerdo presidencial, desde abril de 1925.[ 24 ]

Enrique Torreblanca frecuentemente recurrió a su hermano Fernando, quien -aunque ya había dejado la secretaría particular de la Presidencia y hallándose enfermo, tuvo que ausentarse del país por algún tiempo- fue uno de los pilares de la viuda de Obregón. El otro pilar fue Aarón Sáenz, quien -mediante sus cargos en el gabinete (secretario de Industria y Trabajo en 1931 y jefe del Departamento Central del Distrito Federal de 1932 a 1934)- colaboró en los asuntos de la sucesión.

A partir de 1931 los negocios de Obregón y Compañía se convirtieron en un verdadero rompecabezas. En esa fecha se decidió la liquidación de los negocios para pagar a numerosos acreedores, quienes aquejados por la crisis económica, exigían se les pagase con prontitud.[ 25 ] De tal forma, sucesivamente se fue dando arreglo a cada negocio para saldar cada deuda.

Además de las deudas contraídas por Obregón ante el gobierno y el Banco Nacional de Crédito Agrícola en el periodo de 1925 a 1928, se heredaron otras deudas antiguas con el gobierno y particulares. En mayo de 1924, Obregón y Compañía reconoció deber a la Comisión Monetaria 350 000 pesos. Como medida financiera la Comisión traspasó el adeudo a la sucesión de Lorenzo Torres, con quien el gobierno tenía una deuda.[ 26 ] Finalmente, Obregón y Compañía pagó a los herederos de Torres con las 3 975 hectáreas de los terrenos Campo Mayo y Buenavista, en Guasave, Sinaloa, así como con los derechos de riego de la sexta parte del canal del Cubilete.[ 27 ]

Estos terrenos habían sido hipotecados ante el Banco Nacional de Crédito Agrícola y el Banco de México con quienes, además del pagaré de Robinson Bours por 145 000 dólares, se tenía un adeudo que sumaba 250 000 pesos. A este asunto se le dio solución en 1932 mediante la condonación de las deudas primero por parte del Banco de México y luego por parte del Banco Nacional de Crédito Agrícola dada la situación apremiante de la testamentaría.[ 28 ] De esta manera, se liberaron las obligaciones sobre los terrenos y con ello se pagó a los Torres. De no haberse resuelto este asunto difícilmente se podría haber continuado dando solución a la cadena de deudas de la testamentaría.

A Wirt G. Bowman, presidente de la Compañía Comercial de Sonora y Sinaloa e importador prominente, se le debían 100 000 dólares por concepto de un préstamo hecho al general Obregón. La deuda estuvo a punto de saldarse mediante el traspaso de la Empacadora del Noroeste, pero en último momento Bowman se retractó y logró que se cubriera el adeudo con parte en efectivo y parte en bonos de la deuda pública interior.[ 29 ]

La Empacadora del Noroeste en realidad no había dado buenos resultados y tuvo que liquidarse en 1933, vendiendo la maquinaria a Federico T. de Lachica.[ 30 ] También, por ese tiempo, se clausuró una pequeña jabonería. Con el monto de los materiales de esas fábricas se pagó a deudores de menor importancia como a la Compañía Santa Gertrudis, manufacturera de yute, a la que se debían 12 415 pesos,[ 31 ] y al general Francisco R. Manzo. A este último se le debían 62 000 pesos, probablemente por algún negocio ganadero con Obregón y Compañía. A Manzo, a pesar de haber participado en la rebelión escobarista y por tanto estar incapacitado para hacer una reclamación por vía judicial, se le pagaron 52 000 pesos con los productos de la venta de una despepitadora de algodón y de la maquinaria de la Empacadora del Noroeste, con lo que condonó a la testamentaría los 10 000 pesos restantes.

Otras deudas que tuvieron que pagarse fueron la de Isabel Kenyon de 63 000 pesos[ 32 ], y la de John Hays Hammond de 33 000 pesos.[ 33 ] Hammond había sido junto con H. P. Witney y W. E. Richardson, accionista de la Compañía Constructora Richardson, aquella firma colonizadora del Yaqui nacionalizada en 1926 por influencia de Álvaro Obregón.

Las deudas de Obregón ante la Secretaría de Hacienda y el consulado de México en Nueva York tuvieron arreglo mediante el pago con bonos gubernamentales.[ 34 ] Quizá la deuda más importante, y de la cual desgraciadamente desconocemos el monto, fue la contraída por Obregón con W. R. Grace con quien había realizado los negocios de exportación de garbanzo y tomate. Es ésta la única deuda concreta a la que se ha hecho referencia en la bibliografía sobre Obregón: "Desafortunadamente para Obregón y los garbanceros, el precio bajó de nuevo en 1920, y la cooperativa quedó en deuda con Grace. Obregón asumió la deuda y aún estaba pendiente de pago al ocurrir su muerte".[ 35 ]

Sabemos que esta deuda se cubrió con el único bien al que Obregón hizo alusión en su testamento y era considerado como el más importante. Está constituido por siete lotes de cien hectáreas cada uno, escriturado a nombre de sus hijos Humberto, Refugio, Álvaro, Mayo, Alba, Francisco y María Xóchitl. Con estos terrenos se pagó a la Casa Grace.

Otra deuda hizo desprenderse a los sucesores de Obregón de una propiedad agrícola importante, la Hacienda San Carlos en Ahome, Sinaloa, dedicada básicamente a la zafra de caña.[ 36 ] Esta propiedad se había adquirido de la sociedad Mazón y Vega, haciéndose cargo de una hipoteca a favor de la señora Celestina Laguette viuda de Terrazas por 200 000 pesos. La depresión mundial había afectado al mercado del azúcar, lo cual impidió que se generaran ganancias para saldar el crédito, y esto, aunado a la situación crítica de la testamentaría, ocasionó que la única forma viable de pagar a la señora Terrazas fuera traspasándole la hacienda, y así se hizo. De tal forma, Obregón y Compañía había tenido que irse desprendiendo de los terrenos Campo Mayo y Buenavista, de los terrenos escriturados a nombre de los hijos de Obregón y de la Hacienda San Carlos. En resumen, las circunstancias la habían obligado a que se deshiciese de propiedades agrícolas valiosas.

Prácticamente, según consta en la documentación, lo que quedaba en el plano agrario a los herederos era lo que algún día empezó siendo la Quinta Chilla, así como la hacienda del Náinari, la cual, para el momento de la muerte de Obregón, se había ido robusteciendo a través de la aplicación de tecnología agrícola para el cultivo de arroz, tomate, chícharo, trigo y garbanzo. Se continuaba siguiendo los lineamientos de Obregón, enfocando la producción hacia los mercados de exportación. Sin embargo, el repliegue de los Estados Unidos, principal mercado de los productores de Obregón y Compañía, ocasionado por la depresión de 1929, afectó las finanzas de la firma.

La ley Hawley Smoot de 1930, con el aumento de los aranceles del tomate, el chícharo, el garbanzo y el arroz, hizo que las utilidades de las propiedades bajaran un brusco 58% en la temporada agrícola 1930-1931, respecto a la temporada 1929-1930.[ 37 ]

Como solución al repliegue norteamericano Obregón y Compañía buscó colocar sus productos en otros mercados, por ejemplo, se intentó exportar arroz a Alemania, pero todo lo que encontraron fueron puertas cerradas. La crisis había tenido dimensiones mundiales.[ 38 ] Frente a esta situación, Obregón y Compañía se vio obligada a vender sus mercancías en el territorio nacional, y ahora más que nunca, tuvo que centrar su atención en su naciente industria.

Ligado al agro, Obregón y Compañía poseía el Molino Harinero Regional del Mayo, que con sus lejanos antecedentes en el molino de los parientes Salido de Obregón en 1865,[ 39 ] había sido buen negocio en Sonora. Hacia 1929 Sonora tenía el mayor número de molinos del país y había venido aumentando su participación nacional en la producción de trigo.

De ahí que se continuara impulsando esta actividad y que el desarrollo del molino de Obregón y Compañía fuera próspero. Tenemos noticia de que en los años cincuenta continuaba operando. Otras empresas que continuaron funcionando fueron la Cooperativa de Combustibles y Lubricantes y la Abastecedora, S. A., enfocadas al mercado nacional.

Producción de trigo en Sonora y su participación nacional [ 40 ]

Año
Producción (toneladas)
% Respecto
nacional
1926
32 173
11.4
1927
42 366
13.0
1928
43 465
14.4
1929
47 101
15.2

La razón de que las industrias fueran prácticamente las únicas en resistir el abatimiento de la crisis se explica por el apoyo gubernamental que recibieron. En el ámbito nacional, el gobierno intervino organizando diversos sectores de la industria, en un intento defensivo por evitar que la crisis derrumbara todos los sectores productivos del país.

La imperiosa necesidad de llevar adelante la industrialización del país la dictaba, entre otros muchos factores, el evitar que la minería siguiese siendo el sector donde descansaba el desarrollo económico, pues no se quería que al sufrir ésta ciertos descalabros, como los que estaba pasando en aquel momento de crisis, toda la economía se fuera a pique. En otras palabras, se reconocía la necesidad de diversificar las bases económicas del país.[ 41 ]

En cuanto a propiedades urbanas, sabemos que conservaban los edificios que habían servido como oficinas de Obregón y Compañía en Nogales y Navojoa. Asimismo, Obregón y Compañía tenía un teatro, un cine y unos almacenes, aunque estos últimos se vieron muy afectados por un incendio ocurrido en enero de 1931.

Con las ganancias obtenidas mediante los negocios que siguieron operando, más el cobro de deudas pequeñas, principalmente de aquellos antiguos amigos de Álvaro Obregón, Obregón y Compañía logró solventar los gastos de su funcionamiento y pagar los impuestos extraordinarios y sobre herencias y legados que no pudieron ser condonados, dada la situación rígida de la hacienda que se hallaba afectada por la crítica situación económica.[ 42 ]

Prácticamente la testamentaría de Obregón se quedó manejando negocios de dos tipos: agrícola e industrial. Una excepción se dio en el ramo petrolero en el que la viuda de Obregón tuvo trescientas acciones de la Compañía Mexicana de Petróleo El Charro. Sin embargo, no le fue bien. En 1931 recibió una oferta de compra de cada acción en cien dólares y no vendió. Sin embargo, en 1935 se vio obligada a hacerlo para cubrir algunas deudas rezagadas, vendiendo cada acción en veinticinco dólares.[ 43 ]

En suma, Obregón y Compañía se vio afectada por el lado agrícola en materia de exportación, lo que la obligó a volver sus ojos al mercado nacional. Esto hizo que la agricultura perdiera el dinamismo heredado del general Obregón y que se experimentara la vulnerabilidad de una economía basada en el mercado norteamericano. Sin embargo, los negocios no se hundieron por completo, ya que una industria interna logró que pese al estancamiento de la redituable agricultura de exportación, se lograra subsistir en espera de mejores tiempos.

Hasta aquí hemos dado cuenta del desarrollo de los negocios que legó Álvaro Obregón a sus sucesores. Hemos observado la manera en que la crisis de 1929, de dimensiones mundiales, afectó seriamente los intereses de los herederos, esto dentro de un marco económico y político sumamente complejo.

El tema de Obregón empresario no se agota. Sin embargo, resulta interesante que desde el Obregón muerto, desde los documentos de su propia sucesión, se puedan tomar elementos para reconstruir la figura del hombre de negocios. Quedan aún muchas interrogantes por intentar responder. Así, por ejemplo, se deberá indagar si en vida Obregón dejó bienes a sus familiares, etcétera. Para ello será necesario recurrir a más fuentes como el Archivo General de la Nación en la ciudad de México, el Archivo del Gobierno del estado de Sonora, y el Archivo Histórico del Estado de Sonora, ambos localizados en la ciudad de Hermosillo.

[ 1 ] Agradezco a Josefina McGregor su ayuda para la elaboración de este trabajo.

[ 2 ] Para la biografía de Obregón, anterior a 1920, puede consultarse a Linda B. Hall, Álvaro Obregón. Poder y revolución en México (1911-1920), México, Fondo de Cultura Económica, 1985. Además son importantes los materiales escritos poco después de su muerte como Djed Bórquez (seud. Juan de Dios Bojórquez), Obregón. Apuntes biográficos, México, Patria Nueva, 1929, y José Rubén Romero, et al., Obregón. Aspectos de su vida, México, Cultura, 1935.

[ 3 ] Se hizo alusión a la expresión "estar en la quinta chilla" o en la miseria, ya que la propiedad adquirida por Obregón era pobre y estaba sujeta a las frecuentes inundaciones de Huatabampo.

[ 4 ] Fideicomiso Archivos Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, Fondo Álvaro Obregón, serie 11010200, exp. 40, diciembre 16, 1912.

[ 5 ] Juan de Dios Bojórquez, "El espíritu revolucionario de Obregón", en José Rubén Romero, et al., Obregón. Aspectos de su vida, México, Cultura, 1935, p. 163-164.

[ 6 ] Ricardo Topete, "El disfraz del general Obregón", en Obregón. XIX Aniversario, s. p. i., p. 77.

[ 7 ] Fideicomiso Archivos Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, Fondo Álvaro Obregón, serie 11020500, exp. 421, septiembre 18, 1918.

[ 8 ] Cfr. Fideicomiso Archivos Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, Fondo Álvaro Obregón, serie 11070100, exp. 11.

[ 9 ] Quizá la causa de que la crisis de 1926 no haya sido abordada suficientemente reside en que los estudios se han centrado en la depresión de 1929, debido a su impacto mundial. Un trabajo que ha pretendido destacar su problemática es el de Enrique Krauze et al., La reconstrucción económica, México, El Colegio de México, 1981 (Historia de la Revolución Mexicana: 10).

[ 10 ] Fideicomiso Archivos Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, Fondo Álvaro Obregón, serie 11070101, exp. 18, marzo 27, 1926.

[ 11 ] Enrique Krauze et al., La reconstrucción económica, México, El Colegio de México, 1981 (Historia de la Revolución Mexicana : 10), p. 255.

[ 12 ] Moisés González Navarro, Cinco crisis mexicanas, México, El Colegio de México, 1983 (Jornadas, 99), p. 82.

[ 13 ] Ricardo Pozas Horcasitas, "El Maximato: el partido del hombre fuerte", Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, México, Universidad Nacional Autónoma de México, v. IX, 1983, p. 258.

[ 14 ] José Carlos Ramírez, et al., "Una época de crisis", en Historia general de Sonora, México, Gobierno de Sonora, 1985, t. V, p. 56.

[ 15 ] José Carlos Ramírez et al., "La estrategia económica de los callistas", en Historia general de Sonora, México, Gobierno de Sonora, 1985, t. V, p. 71.

[ 16 ] Miguel Ángel Calderón, El impacto de la crisis de 1929 en México, México, Secretaría de Educación Pública, 1982 (SEP/80, 34), p. 178.

[ 17 ] Miguel Ángel Calderón, El impacto de la crisis de 1929 en México, México, Secretaría de Educación Pública, 1982 (SEP/80, 34), p. 71.

[ 18 ] Anuario Estadístico, México, Secretaría de Economía, cuadro 297, en José Carlos Ramírez et al., "Una época de crisis económica", en Historia general de Sonora, México, Gobierno de Sonora, 1985, t. V, p. 57.

[ 19 ] Anuario Estadístico, México, Secretaría de Economía, cuadro 297, en José Carlos Ramírez et al., "Una época de crisis económica", en Historia general de Sonora, México, Gobierno de Sonora, 1985, t. V, p. 57. Del cuadro de exportaciones e importaciones de las aduanas sonorenses hemos tomado lo que concierne a Nogales.

[ 20 ] Fideicomiso Archivos Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, Fondo Álvaro Obregón, serie 11070101, exp. 8. Este expediente contiene los trámites que realizó la Cooperativa de Combustibles y Lubricantes para que, tanto la Secretaría de Educación Pública como la de Comunicaciones y Obras Públicas, le saldaran cuentas pendientes por el abasto de combustible.

[ 21 ] La empacadora nació de la necesidad de aprovechar los productos agrícolas que, por no alcanzar los índices de calidad exigidos por los Estados Unidos, se perdían. La empacadora enlataba salsa de tomate, pimientos morrones, limones en almíbar, garbanzos, ostiones e inclusive "mole voronoff".

[ 22 ] Ignacio P. Gaxiola renunció al cargo de albacea, a su juicio, debido a intrigas de personas cercanas a la viuda de Obregón. Lo cierto es que Gaxiola se había visto muy presionado tanto por los acreedores como por la gente de Obregón y Compañía, en el marco de una situación crítica en los negocios.

[ 23 ] Por decreto, a partir del 28 de julio de 1928, se cambia el nombre de Cajeme por Ciudad Obregón. En la documentación se empieza a usar el nuevo nombre en los primeros meses de 1929.

[ 24 ] El nombramiento de comisionado consistía en un secretario particular, pagado por el gobierno, del que podía hacer uso un expresidente.

[ 25 ] Varios de los acreedores de Obregón y Compañía, como Pedro Albín que manejaba los negocios de la sucesión de Lorenzo Torres, en algún tiempo habían sido amigos de Obregón. Sin embargo, la tardanza en el pago de las deudas hizo que hubiera un distanciamiento.

[ 26 ] Fideicomiso Archivos Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, Fondo Álvaro Obregón, serie 11070101, exp. 5. Los datos como éste, anteriores a la fecha en que muere Obregón, se encuentran en la documentación de la testamentaría, archivados como antecedentes de los asuntos de sucesión. Es conveniente destacar la complejidad de los negocios, ya que ello hacía que la solución a los mismos se volviese difícil.

[ 27 ] Debemos señalar que la cesión de los derechos sobre el canal atravesó por muchas dificultades, debido a que en Sonora, con el problema de la escasez de agua, una tierra sin facilidad de riego, era prácticamente una propiedad con poco o ningún valor.

[ 28 ] Fideicomiso Archivos Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, Fondo Álvaro Obregón, serie 11070100, exp. 6.

[ 29 ] Fideicomiso Archivos Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, Fondo Álvaro Obregón, serie 11070100, exp. 34. Bowman condicionó el traspaso de la empacadora a que Abelardo Rodríguez participara con él en el negocio, posiblemente porque se trataba de una industria nueva y sin garantías. Sin embargo, Rodríguez se negó, con lo que la deuda tuvo que cubrirse en efectivo y en bonos. Los bonos de la deuda pública interior se compraban a bajo precio en los Estados Unidos y con ellos se podía saldar deudas con el gobierno, quien los aceptaba en su valor real. Por tanto, esta transacción resultaba benéfica para los particulares.

[ 30 ] Fideicomiso Archivos Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, Fondo Álvaro Obregón, serie 11070100, exp. 25. La documentación no indica la razón del fracaso de la empacadora. El caso resulta extraño ya que este tipo de industrias gozaron de apoyo gubernamental. Cfr. Enrique Krauze et al., La reconstrucción económica, México, El Colegio de México, 1981 (Historia de la Revolución Mexicana : 10), p. 170-171. Además, en el ramo industrial de la testamentaría, esta empresa fue la única que nunca prosperó.

[ 31 ] Fideicomiso Archivos Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, Fondo Álvaro Obregón, serie 11070100, exp. 17.

[ 32 ] Fideicomiso Archivos Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, Fondo Álvaro Obregón, serie 11070100, exp. 30.

[ 33 ] Fideicomiso Archivos Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, Fondo Álvaro Obregón, serie 11070100, exp. 31.

[ 34 ] Véase nota 29.

[ 35 ] Linda B. Hall, Álvaro Obregón. Poder y revolución en México (1911-1920), México, Fondo de Cultura Económica, 1985, p. 190. Hall se basa en los informes de los cónsules norteamericanos, testimonios que se encuentran en los archivos del Departamento de Estado de los Estados Unidos y de la División de Inteligencia Militar. De la misma manera Jean Meyer en La revolución mejicana, Barcelona, Dopesa, 1973, p. 129-130, basándose también en los informes consulares, es la única otra fuente que hace alusión a una situación general desfavorable de los negocios de Obregón al momento de su muerte.

[ 36 ] Fideicomiso Archivos Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, Fondo Álvaro Obregón, serie 11070100, exp. 54.

[ 37 ] Fideicomiso Archivos Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, Fondo Álvaro Obregón, serie 11070100, exp. 6, leg. 1/2. La cifra la hemos calculado con base en datos que se incluyen en un memorándum dentro de este expediente.

[ 38 ] Fideicomiso Archivos Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, Fondo Álvaro Obregón, serie 11070100, exp. 2.

[ 39 ] Héctor Aguilar Camín, La frontera nómada. Sonora y la Revolución Mexicana, México, Secretaría de Educación Pública, 1985, p. 23.

[ 40 ] El Economista, Sección Agricultura, México, 16 de mayo de 1931, p. 20, en José Carlos Ramírez, et al., "El último auge", en Historia general de Sonora, México, Gobierno de Sonora, 1985, t. V, p. 31.

[ 41 ] Miguel Ángel Calderón, El impacto de la crisis de 1929 en México, México, Secretaría de Educación Pública, 1982 (SEP/80, 34), p. 89.

[ 42 ] Fideicomiso Archivos Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, Fondo Álvaro Obregón, serie 11070100, exp. 27 y 28.

[ 43 ] Fideicomiso Archivos Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, Fondo Álvaro Obregón, serie 11070100, exp. 16.

Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Álvaro Matute (editor), Ricardo Sánchez Flores (editor asociado), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 14, 1991, p. 159-176.

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